Borrando
el nombre de atletas, demonizando el profesionalismo, gritando consignas… Fiel
al régimen, la prensa deportiva cubana posterior a 1959 ha sido un arma
política.
Grande es la verdad, pero todavía mayor,
desde un punto de vista práctico, es el silencio de la verdad
Aldous Huxley
La prensa
deportiva posterior a 1959 ha sido cautelosa por exceso y abrumadora por
defecto. Consignas iniciales como "Listos para vencer" y "El
deporte, derecho del pueblo", logran mantener la esencia de una gesta
verbal en clase épica. La crónica roja del régimen prerrevolucionario dio paso
a la sangre numerosa de la insurrección triunfante. Ya era hora que el deporte
amateur barriera con el espectáculo de puños y piernas rentadas, la discriminación racial y el
sensacionalismo. Divulgación y propaganda serían la espada y escudo de los
periodistas que decidieron permanecer en su tierra y subirse al tren de la
esperanza.
Sin la
malicia herética y formación cultural de otros colegas, los reporteros de la
esfera atlética se alistan a la "causa justa" con espíritu redentor.
Su tarea de choque es la de ser traductores eufóricos del lenguaje hegemónico.
Un teórico francés de la disciplina-bloqueodijo
que "el teatro es la indignidad de hablar por otro". De modo
paradójico, el diagnóstico sintetiza la dignidad mayor de la prensa deportiva
insular.
A pesar
de contar en su trayectoria con abandonos y deserciones, el grueso de sus
impostados actores se ha plegado a la maquinaria estatal con el mismo rigor que
exige conservar bien alto el honor de la patria. El giro emergente hacia una
especie de semi-profesionalismo contemplará un cambio de tono, bajo la salvedad
de continuar atentos a las órdenes de arriba que será preciso cumplir.
En el
nombre del padre
El protagonismo
tiránico de Eddy Martin (1929-2006) y Héctor Rodríguez (1946-2012) en la
narración televisiva, sentó las bases de una escuela concentrada en demostrar
que los muñecos del ventrílocuo único también pueden aspirar al sueño de la
permanencia. Gracias a la perseverancia y lealtad de sus malabares vocales,
Héctor y Eddy fundieron técnica y táctica para reinar durante más de treinta
años en una carrera sin relevos que solo interrumpió la muerte.
Adorar la
verdad foránea tanto como la mentira autóctona. Estallar con el triunfo y
enmudecer ante la derrota. Culpar de una victoria en el bolsillo al sujeto o
situación conveniente. Demonizar al profesionalismo abierto y los yanquis de
entonces. Borrar de la memoria a los atletas fugados o caídos en desgracia. Enamorarse
de un pelotero hasta llegar al mimo sospechoso. Ser apéndices de la Comisión
Nacional de Béisbol. Cambiar de tema en plena efervescencia popular, debido a
sanciones injustas contra figuras encumbradas por ellos mismos.
Lo
anterior es parte del legado que nos deparó aquel binomio cuadrado perfecto,
como "ejemplo a seguir para los que hoy comienzan".
Alguien
curtido en la sátira política sostiene que "tontos y pícaros coinciden
siempre en la desinformación". Dicho axioma sintetiza el dilema entre masa
y poder latente en el ámbito social y deportivo insular. La batalla simbólica
entre los chismes de aldea y esos loros de turno reñidos con una mínima
transparencia ante cámaras y micrófonos.
Demagogia
y populismo es una redundancia en comentaristas saciados de internet y
publicaciones especializadas. Tal parece que "complacer a la afición"
estriba en vociferar logros racionados, en lugar de analizar críticamente el
ocaso del movimiento deportivo.
El
televidente agradece cuando las trasmisiones de cadenas hispanas conservan a
sus narradores originales. Sucede que los artífices del patio menos
especializados se dedican a brindar fichas biográficas y cronologías
históricas, sin emitir criterios personales de lo que acontece en el escenario
atlético. ¿Se imaginan un duelo entre las tenistas punteras del ranking mundial
femenino Serena Williams (EEUU) y Victoria Azarenka (Bielorrusia) comentado por
una dupla nuestra?
Hacer de
tripas corazón
¿Qué
justifica la ausencia de velocistas y fondistas durante el Mundial de Atletismo
Moscú-2013? ¿Debemos aceptar que un impredecible Víctor Mesa siga al mando del
team Cuba, a pesar de su abuso de poder, grosería y método irracional de
conducir hombres? ¿Será crucial el precedente de haber sido el pelotero
favorito de Vilma Espín? ¿El despotismo de un carismático Gran Timonel podría rescatar a los tripulantes de
un barco a la deriva? ¿Dónde estará metido el ex-rematador de la selección
cubana de voleibol Wilfredo El Bebé León en su nuevo estatus de no-persona? ¿Qué significa en el argot
de la nomenclatura "violar el código de ética revolucionario"?
Atrapar
un raquítico periódico Granma o Juventud
Rebelde, encender la radio o sintonizarTeleRebelde (El Canal de los Deportes en Cuba)
deviene un absurdo más. Allí no conseguiremos despejar ninguna interrogante. La
jauría de los iguales silencia este tipo de confesiones. El triunfalismo del
presente se impone a la suma de injusticias y fracasos. En Cuba se sabe muy
poco de Cuba, según los medios de comunicación masiva.
Ni
siquiera se abre un espacio para el negocio de la nostalgia. Nadie habló del
reencuentro en Florida de los exjugadores de equipos capitalinos de béisbol Rey
Vicente Anglada y Bárbaro Garbey, al cabo de treinta y tres años de sobrevida,
incomunicación y espera. Tampoco se mencionaron las visitas a Cuba de José
Ariel Contreras o Rey Ordoñez, quienes regresaron dispuestos a vencer el miedo
a un supuesto rechazo de la afición o de sus antiguos compañeros.
Otros se limitaron
a retornar prácticamente de incógnitos, como los baloncestistas Roberto Carlos
y Ruperto Jr. Herrera, quienes volaron a La Habana procedentes de Buenos Aires
y Miami. Todo un secreto a voces a nivel de amigos y familiares cercanos. La
Reforma Migratoria trajo el alivio de abrazos pendientes.
Tampoco
el furor de la inmediatez satisface el interés de los aficionados. Un partido
de la liga española de fútbol es más importante que el derby de jonrones
conquistado por Yoenis Céspedes en la más reciente temporada de las Grandes
Ligas. Un posible fichaje millonario requiere un seguimiento que no merecen las
lecciones boxísticas de Guillermo El ChacalRigondeaux.
Todo se puede resolver con un largo y tedioso resumen de la Bundesliga alemana.
¡Qué pasaría si "la liga mejor organizada" (según dijo uno de acá
lejos de allá) estuviera poblada de futbolistas cubanos titulares en sus
respectivos clubes!
¿Masa vs.
multitudes?
Cómo es
posible recuperar el interés masivo por el béisbol, si el fútbol como
"deporte de las multitudes" disfruta de una cobertura televisiva
superior a la pelota como "deporte nacional". Incluso, las
trasmisiones de Grandes Ligas ofrecen la impresión de que ningún cubano se
alista en las novenas regulares de los equipos élites. La selección de partidos
que se brindan ante la teleaudiencia insular requiere de un detector de cubanología.
El
complejo de Mesa Redonda, donde todos los panelistas simulan "estar de
acuerdo", también matiza la prensa deportiva. Se torna difícil presenciar
una confrontación en un programa supuestamente destinado al debate como
"Al duro y sin guante". Al frente de este consenso
premeditado, encontramos a Rodolfo García Lozano, rancio sustituto del
"titán de la locución cubana", Eddy Martin.
Sentado
en su tribuna de vidrio, éste camaleón histriónico induce a sus invitados por
la senda de un optimismo ramplón. A la sombra de su mesura sonora, los enfoques
y recuentos obsesivamente enciclopédicos de Renier González, así como la
precaución del refinado Sergio Ortega sucumben al monólogo del obeso
ideológico.
Desviar
la atención de problemas locales con tramas globales es una vieja artimaña
política. Un periodismo "ameno, militante y creador" tiene la misión
histórica de reivindicar esta opción estratégica. El escamoteo como mentira
piadosa convierte al engaño en virtud. La melancolía de los conejos entusiastas
se transforma en una cacería de leones fajados por destripar presas exóticas.
Es decir, el compromiso de estudiar y promover el no-compromiso.
"No
hay cosa que mate a un hombre más rápido que obligarlo a representar a su
país" (Julio Cortázar). Frase lapidaria que lastra por igual al deporte
cubano y sus fieles reporteros. Vaciados de instinto de rebelión, unos y otros
le entregan su alma y cuerpo al diablo por un viaje al extranjero, para
endurecer el nudo de su envilecimiento.
Obediencia
y solemnidad no riman en el imaginario de multitudes despiertas. Rejuego
político y frescura competitiva no pueden ser las dos caras de una misma
moneda. El patrioterismo hereditario de la prensa oficial rechaza el desacato y
sentido del humor genuinos de la sensibilidad popular.
Los
voceros del puritanismo amateur se niegan a reconocer la
mediación publicitaria y especulación financiera dominante en el contexto
deportivo universal. Una vasta región donde principios como nación, Estado o fidelidad a
los grandes hermanos ya
no cuentan. El nuevo sistema de pago a los atletas y entrenadores será un tema
postergado, hasta que ya sea imposible remendar la máscara de "regalarle
al pueblo el alegrón que se merece".
Mientras
el deporte nacional emigra, tropieza y se autodestruye, los habitantes
confinados en el archipiélago de corcho (víctima y verdugo del acoso
imprescindible) inventan, carean y blasfeman en las ruidosas y vigiladas peñas
callejeras, clamando por el diluvio de una catarsis informativa que nunca
llega.