miércoles, 28 de mayo de 2014

Asdrúbal Baró: el descubridor de Urquiola




Asdrúbal Baró Hernandez nació en Mayarí, actual provincia de Holguín, el 21 de noviembre de 1926. De razonamientos profundos que, una vez organizados, suelen brotar cual manantial de agua pura, es una de las glorias vivientes de la pelota cubana. Arrastra consigo toda una época de labor en las praderas beisboleras y la sapiencia que conservan aquellos que dedicaron la existencia a una causa tan justa y noble como la de nuestro deporte nacional.

Por derecho propio, está entre los fundadores de la pelota vueltabajera, a partir de 1967, junto a Lázaro Lacho Rivero, Ismael Gallego Salgado, Francisco Chito Quicutis, José Joaquín Pando, Emiliano Tellería, y tantos otros. Fue un verdadero maestro para Jorge Fuentes, Francisco Martínez de Osaba (Catibo), Juan Charles Díaz, José Manuel Cortina y Jorge Hernández, los cinco muchachos de la ESEF Comandante Manuel Fajardo, que tanto hicieron y hacen por la pelota pinareña.

Baró, por esos azares de la existencia, durante una jornada de trabajo en la antigua sede de la EIDE Ormari Arenado, se convirtió en el descubridor de Alfonso Urquiola, el fabuloso camarero y manager campeón, quien tenía grandes habilidades para el baloncesto, pero no lo acompañaba el físico. La experiencia de los años y su olfato beisbolero, lo llevaron a un piquete entre muchachos, donde a quien llamaban el Bolo lucía sobre los demás. Así recuerda aquellos momentos, quien poco después sería El Relámpago de Bahía Honda:

Baró fue el hombre que me captó para el béisbol. Un fin de semana, sin pase por problemas de disciplina, me puse a “piquetear” con los muchachos. Allí había algunos técnicos, entre ellos recuerdo a Baró, Nicaragua Chacón y Ricardo Serrano, todos de La Habana, que prestaban servicios en Pinar, para ayudar a desarrollar la pelota nuestra. Baró se me acercó: –Muchacho, tú tienes que ser pelotero, si te pasas para la pelota, vas a los Juegos Escolares y Pinar va a ganar por primera vez. Después, seguro, integras el equipo Cuba al Mundial Juvenil de Maracaibo, en Venezuela. –Lo pensé mucho, hasta que me decidí con la aprobación de Barrizonte, mi entrenador de baloncesto. Efectivamente, ganamos la medalla de oro en los Juegos Escolares, en la categoría 15-16, allí comencé a sentirme campeón. Enseguida me llamaron para la Selección Nacional Juvenil y fui al Mundial de Venezuela, donde resulté la segunda base más destacada. Puedo decir que fue allí, con la vista de águila de ese hombre, que me convertí en pelotero y comenzó mi carrera, que subiría como la espuma. Baró es uno de los mejores entrenadores de bateo que ha tenido este país, un gran conocedor del béisbol, y una bella persona. Ya viejo, con problemas de salud, siempre que voy a La Habana va a verme. Todos lo queremos y respetamos mucho.[1]

Y la vida le dio la razón, pues la labor de Urquiola ayudó sobremanera a que el equipo escolar obtuviera el primer lugar, fue uno de los más destacados en el Mundial Juvenil de Maracaibo 1970, estuvo por casi tres lustros como titular del team Cuba de mayores, imponiéndose a otras varias luminarias de la posición, y es, hoy por hoy, el hombre del béisbol que carga una mayor cantidad de títulos. A su vez, destaca como artífice en la conducción de equipos, con varios campeonatos a su haber, dentro y fuera del país.

Asdrúbal Baró, quien sería un técnico al más alto nivel, había comenzado su carrera como jardinero con el Preston, en las ligas del circuito norte de la antigua provincia de Oriente. En 1945 estuvo con el Caimanera. Por la ofensiva y limpieza de su juego, en 1947 ingresó a la matancera Liga Pedro Betancourt, con el Jalsia, desde donde se trasladó al Matanzas, de la Liga Central de Santa Clara y promedió por encima de los .400.

En 1951 establecería su quehacer en las Ligas Menores de los Estados Unidos, con los equipos Miami, Charleston y el San Antonio. A partir de 1955 jugó en la Liga Internacional de La Florida, clasificación Triple A, en el roster de los Cuban Sugar Kings, aquel equipo que adoptó el slogan de Un paso más y llegamos, que bien pudo ser el primero no norteamericano en las Grandes Ligas; allí permaneció hasta 1958. En esas tres temporadas promedió .289.

Napoleón Heredia, en funciones de scout y asistente del Cienfuegos de la Liga Profesional Cubana, vio un prospecto en aquel mulato oriental y lo captó para ese circuito, donde estuvo nueve temporadas: En 1951-1952, con el Almendares (.000), 1953-1954 (.220), 1954-1955, alternando entre Almendares y Marianao (.284), 1955-1956, con el Marianao (.233), 1956-1957 (.307), 1957-1958 (.282), 1958-1959 (.163), 1959-1960, con el Habana (.224) y 1960-1961 (.136). Total: en 320 desafíos y 914 veces al bate, conectó 227 hits, para average de .248, con 137 anotadas, 111 impulsadas, 25 dobles, 7 triples, 15 jonrones y 17 bases robadas. En febrero de 1954 estuvo con el Almendares en la VI Serie del Caribe, celebrada en Caguas, Puerto Rico, junto a luminarias como Héctor Rodríguez, Conrado Marrero, Willie Miranda, Ángel Scull y Oscar Sardiñas, entre otros.

Ya había sentado cátedra en los jardines, donde se lucía con elegancia, entre los Miñoso y compañía. Fue veloz en las bases y conectaba líneas con fortaleza. Los Senadores de Washington pensaron en él, todo parecía decidido, pero habían completado el cupo de “jugadores de color” dentro de su franquicia y no pudo ser firmado. Con el Marianao de 1956-1957 tuvo una actuación memorable, incluido el subliderato de los bateadores (.307). Ganó las dos Series del Caribe en las que participó con ese equipo: 1957 (.136), en La Habana, y 1958 (.333), en San Juan de Puerto Rico.

A partir de 1959, en plenitud de facultades, continuó en la Liga Mexicana, donde en 1961, con los Rojos del Águila, ganó el campeonato a las órdenes del cubano Santos Canguro Amaro, y alcanzó un promedio de bateo por encima de .300. También estuvo con el Nuevo Laredo, Poza Rica y Veracruz. Su retiro como jugador llegó en 1964, con el Campeche. Había terminado en aquel circuito con average de .321, 41 jonrones y 302 impulsadas.

Entonces regresó a la Isla, cuyos aires jamás pudo declinar, para ponerse al servicio de las Series Nacionales. En 1964 estuvo como entrenador de bateo de los Azucareros y fue manager de los Centrales en la V Serie Nacional, donde se facturó uno de los hechos más memorables de la pelota revolucionaria cubana, con los 19 y un tercio de innings, incluidos dos juegos de no hit no run consecutivos, lanzados por Aquino Abreu.

También colaboró con equipos matanceros. Hoy, apoyado en los bastones del tiempo, se le puede ver en tertulias, programas televisivos como Béisbol de Siempre; junto a Conrado Marrero y otros de sus compañeros. A pesar de una salud quebrantada por la vida, con sus venerables ocho décadas y siete meses cumplidos, continúa vinculado a las bolas y los strikes. Jamás ha declinado ofrecer un consejo; va por el mundo repartiendo enseñanzas, como si el tiempo se hubiese detenido en él.

Pasarán los años y la historia recordará al hombre curtido en su andar por los terrenos de juego, conquistado por un muchacho ”cerrero” del central Orozco, hoy Pablo de la Torriente Brau, a quien no quiso ni pudo dejar pasar. En él vio segura la posteridad.

Liga Profesional Cubana:

JJ VB H AVE/CA CI 2B/3B/HR/BR
320/914/227/.248/137/111/25/7/15/17

(Con documentación de Rogelio Augusto Letusé La O, Jorge Figueredo, Guías del Béisbol Profesional Cubano y Mexicano, Guías de las Series Nacionales, Roberto González Echevarría, Severo Nieto, Alfonso Urquiola, Jorge Fuentes, Juan Antonio y Francisco José Martínez de Osaba, Ismael Salgado, Roberto Llende, y otras fuentes).


deportivasmlb@gmail.com 

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