Por: Yirsandy Rodríguez Hernández 13 de febrero de 2017
Durante este viernes, cuatro de los que se podrían categorizar entre los 20 momentos más interesantes de la historia de la pelota cubana, pasaron desapercibidos por nuestros principales medios, ¡y de qué manera!
Un hecho tan importante como el debut de la novena de Industriales —ganadores de más trofeos con 12—, para muchos el equipo “insignia” de la pelota cubana, cumplió su aniversario 54. La celebración pasó por la vista de los lectores y televidentes, como aquellas relampagueantes combinaciones short stop-segunda de Tony González y el “Yayo” Linares, Rodolfo Puente y Rey Vicente Anglada, o Germán Mesa y Juan Padilla.
Aquel estreno de los azules fue acuñado por el estelar pitcheo del industrialista Rolando Pastor, que salió ganador frente al zurdo Franklin Aspillaga, de Occidentales, durante un duelo celebrado en el estadio Latinoamericano con pizarra de 8-2.
En la misma fecha, pero de 1979 (16 años después), el parque Calixto García Íñiguez de la Ciudad de Holguín, era inaugurado para acoger a millones de fanáticos en su extenso graderío, con capacidad para alrededor de 20 mil espectadores. Para beneplácito de la fanaticada holguinera, 23 años más tarde, el 26 de junio de 2002 su plantel se coronó con el título en la 41 Serie Nacional de Béisbol.
Desde entonces, los Cachorros de Holguín solo han podido clasificar a los play off en una ocasión (48 Serie en 2008-2009), y fueron barridos (4-0) por los Tigres de Ciego de Ávila. ¿Podría pasar desapercibido tan único y especial momento?
Para no irnos tan lejos del 2002, es válido detenernos en el día 10 de febrero. Eso, por dos razones de peso enorme… por dos heroicidades que merecen un aplauso cerrado: El jonronazo 400 de Omar Linares, y la segunda ocasión en que un pelotero conectó dos cuadrangulares en el mismo inning, honorable marca impuesta por el santiaguero Fausto Álvarez.
El récord de Linares, para muchos —dentro de los que me incluyo— el beisbolista cubano más inmenso y único de 1962 a día de hoy, descansa entre los más ilustres y colosales de todos los tiempos. “El Niño Linares”, como fue apodado por debutar con apenas 15 años, es uno de tres bateadores con 400 o más cuadrangulares en las Series Nacionales, solamente superado por la fuerza indomable del matancero Lázaro Junco (405) y el bate excepcional del “Tambor Mayor”, Orestes Kindelán Olivares (487).
Así pues, para coronar un día tan cargado de simbolismo y derroche de clase, el inolvidable “17” de la Aplanadora santiaguera, sopló dos bambinazos en el segundo capítulo ante los serpentineros de Matanzas, para así rubricar sello de siete remolcadas en un mismo inning.
Dicha huella fue mordida por los spikes de Alexei Bell, otro indómito, cinco años después, cuando el toletero botó dos pelotas con las bases llenas en el mismo primer episodio del día inaugural.
¿Será que la efervescencia de la recién terminada Serie del Caribe de Béisbol vetó a nuestros analistas, comentaristas, periodistas e historiadores a dejar escapar estos sucesos sin igual?
Seamos eco de nuestra gloriosa historia, ese será el camino más soberano en la carrera de querer ayudar al béisbol nuestro, que tantas emociones nos ha regalado, cuando no pocos imaginaron que la pelota Revolucionaria no alcanzaría a seducirnos.
Hay suficiente tela por donde cortar, y ojalá aparezca ya la tijera que mastique estos fallos, antes de seguir dejando escapar suspiro a suspiro una historia rica que es idiosincrasia. Lo mío primero, vengo viendo y escuchando esa frase desde que intentaba empinar papalotes con javitas. Por eso siempre digo que sí se puede, y en momentos así es cuando creo que la balanza de la razón se inclina hacia todos los que, por siempre, cuidaremos y estaremos dispuestos a abogar a gritos por salvar nuestro principal pasatiempo.
¿Foul o buena?... Me apena decirlo, pero así fue: el jonrón del viernes, forjado con la madera de la grandeza, el swing inmortal de un récord y el valor inestimable de una hazañas dentro del diamante, salió buena, como gigantesca y especial conexión que es… Sin embargo, con nuestros vientos de cuaresma, por esta vez —y espero que solo por este instante así sea— lo ahuyentamos a zona foul.
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