Aunque su verdadero nombre era Lawrence Peter Berra, el mundo lo conoció como Yogi, su apodo desde niño. Y nunca habrá otro Yogi Berra.
Las palabras no son suficientes para describir lo que Berra significó no sólo para los Yankees sino para la ciudad de Nueva York.
Más allá de ser una leyenda en el béisbol, con 15 apariciones consecutivas en el Juego de Estrellas, tres nombramientos de Jugador Más Valioso y 10 anillos de Serie Mundial, hazaña que es muy poco probable que vuelva a ser repetida, Berra era el último recordatorio de la época más exitosa y legendaria de la franquicia neoyorquina.
En un equipo colmado de leyendas, Yogi era la leyenda viviente, el que jugó con DiMaggio y con Mantle, el que fue amigo de todos los peloteros sin importar el color de su piel, el que por 14 años no visitó Yankee Stadium por su mítica riña con el "Boss" George Steinbrenner, el que fue héroe de guerra y quien cuyos "yogismos" han sido repetidos a través del mundo.
Los Yankees honraron a Berra en Twitter tras darse a conocer la noticia del fallecimiento con la siguiente frase: "Estamos profundamente entristecidos por la pérdida de una leyenda de los Yankees y un héroe estadounidense".
Berra fue sin duda el mejor receptor en vestir el uniforme rayado, y uno de los mejores en Grandes Ligas, finalizando con un promedio de bateo de .285 con 358 jonrones y 1,430 carreras impulsadas, el mayor número de remolcadas para un cátcher en la historia.
Sin embargo, su presencia fue mucho más allá de sus menos de 5 pies y 7 pulgadas de estatura.
En torno a un legendario equipo como los Yankees, con 19 números retirados y 53 ex jugadores o dirigentes habiendo sido exaltados al Salón de la Fama, siempre gira un misticismo sobre qué figura podría aparecer a la vuelta de la esquina.
Durante los entrenamientos primaverales y los partidos entre ex jugadores, conocidos como "Old Timers Day", ningún equipo deslumbra con un mayor número de figuras que los Yankees de Nueva York, y nadie era más querido que Berra.
Sus presentaciones en el estadio los últimos años habían sido limitadas, ya que estaba gozando de poca salud, pero en cualquier momento se anticipaba que Berra entraría por la esquina posterior del clubhouse, al lado del casillero que le pertenecía al capitán Derek Jeter, para saludarte con una de sus legendarias y cómicas frases.
Yogi falleció el miércoles en la madrugada, después que los Yankees se alzaron con una impresionante victoria ante los Azulejos, uno de esos partidos que en múltiples ocasiones estuvo a un solo lanzamiento de tener un resultado muy distinto.
Y Berra nos hubiera recordado muchas veces en Toronto que "nada se acaba, hasta que se acabe", una realidad que aplica no sólo al béisbol sino a la vida misma.
Puede que haya muchos mejores peloteros de los Yankees en la historia, pero ninguno como Yogi Berra.
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