miércoles, 17 de febrero de 2016

La curva como “carnada”

por Victor Manuel Blanco / Foto de Carlos Bauta Martes, 09 Febrero 2016
En el estrecho y quieto poblado de Mantua de la década del ´70, un niño de apenas seis años de edad pasaba sus ratos libres jugando al béisbol, mientras, secretamente, albergaba la esperanza de convertirse un día en pescador.
Los años pasaron y aquel zurdo espigado que lanzaba curvas imposibles de conectar, no tardó en llamar la atención de sus entrenadores, quienes con el tiempo harían de él uno de los mejores pitchers que han pasado por los clásicos cubanos de béisbol.
Dueño de un arte de lanzar poco visto en nuestras series nacionales, la afición recuerda a Faustino Corrales por sus movimientos elegantes sobre el box, su carácter ecuánime y sus espectaculares ponches.
En las 23 temporadas que jugó con los equipos pinareños se precia de ser el zurdo más ponchador de los torneos domésticos (2 360), solo superado por otros dos vueltabajeros ilustres, Rogelio García (2 499) y Pedro Luis Lazo (2 426).
Desde que vistiera por primera vez una franela vueltabajera en la emporada
1981-1982, Corrales fue puntal en el picheo de los equipos pinareños, con los cuales ganó varios campeonatos nacionales.
En su palmarés está la participación en eventos internacionales con el Cuba, entre los cuales se encuentran la corona mundial en Nicaragua 1994, el oro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999 y la plata en la Copa Intercontinental de Australia de ese mismo año, donde fue seleccionado el mejor lanzador zurdo.
A casi 11 años de su retiro del deporte activo, Guerrillero indaga sobre diversos aspectos de la vida del mítico número 21.
"Mis inicios fueron en Mantua con un entrenador ya fallecido a quien apodaban ´El Nené´, en ese tiempo lanzaba y jugaba primera base.
"Con el paso de los años, un día fueron al municipio a hacer unas captaciones. Un entrenador de ciclismo llamado Ronal se fijó en mí y les preguntó al resto: ´
¿Ustedes no han visto aquel zurdo de allá atrás?´
Aprobé aquellas pruebas y comencé a estudiar en la Eide en 1975". En la campaña 1981-1982 integras por primera vez el equipo Forestales. El entrenador de picheo de la selección era José Manuel Cortina.
¿Qué representó ser adiestrado por él?
"A Cortina lo considero el mejor entrenador que tuve en mi carrera, le agradeceré toda una vida lo que me enseñó e hizo por mí. Creo que de picheo él lo sabe todo.Un lanzador, aunque en determinados momentos no pueda correr, saltar, o alzar pesas, siempre debe tirar, y eso Cortina nos lo decía".
Comenzaste en una época en que los equipos pinareños estaban plagados de excelentes lanzadores.
¿Cómo fue la tarea de insertarte en aquel staff?
"A medida que pasaba el tiempo fui adquiriendo confianza y cierta maestría deportiva.
"Recuerdo que el primer juego que lancé en series nacionales fue ante Cienfuegos, el cual gané cinco carreras por cuatro. De ahí en lo adelante me fueron insertando entre los abridores y lo hacía cada siete u ocho días.
"En la Serie 83-84 empecé a lanzar con cinco días, esa temporada propiné 146 ponches, fui líder y gané 10 juegos y perdí cinco".
¿En qué año llegas a Vegueros?
"En 1985 me transfieren a Vegueros pero no me pusieron muchas veces a abrir. Después de esa serie regresé a Forestales hasta que desaparecieron ambos equipos y se quedó Pinar del Río. Ya con Pinar fui abridor estable lanzando con cinco días, una rotación que pienso es la más
Idónea". Muchos consideran que tuviste la mejor curva de todos los tiempos en nuestro país.
¿Qué hacías para dominar tan bien ese lanzamiento?
"Lo primero que tienes que hacer para perfeccionar un lanzamiento es practicarlo mucho y eso fue lo que me orientaron mis entrenadores Román Suárez y Cortina. "El propio Cortina me cambió el movimiento, pues yo a principio lo hacía muy relajado y abierto, él me enseñó a rotar más la curva, a lanzarla más rápido, porque por muy grande que sea, si no lleva velocidad, los bateadores la conectan con facilidad.
"En la época que me tocó jugar existía gran calidad en casi todos los equipos. Había hombres muy buenos a la ofensiva, se bateaba con aluminio y la bola botaba mucho. Todo eso me obligó a superarme y perfeccionar cada día ese lanzamiento".
¿Qué bateadores se te hicieron más difíciles durante tu carrera?
"El tercera base de Camagüey, Miguel Caldés, ya fallecido: me era en extremo difícil dominarlo. Siempre me metía en conteo con él y cuando venía al medio me conectaba, pero me di a la tarea de que cada vez que lo enfrentara, ya fuera en curva o en recta, tratar de marcarle el primer strike y después trabajarlo. También se me hizo difícil Pedro Luis Rodríguez, que para mí ha sido el receptor más ofensivo que ha pasado por el béisbol cubano".
En mi opinión, fuiste subvalorado a la hora de integrar los equipos Cuba.
¿Qué piensas al respecto?
"Realmente no sé los motivos. Creo que era falta de confianza en mí, porque en las series nacionales lanzaba mucho y con buenos resultados. Nunca tuve diferencias con un jugador y menos con un mánager. El problema es que cuando no caes bien puedes hacer lo que sea y exhibir los mejores resultados y ni así serás tenido en cuenta".
¿Cuál fue el momento de mayor satisfacción en tu carrera?
"En 1994, luego de lanzar un partido en una gira por Japón, el ´capitán de capitanes´, Antonio Pacheco, me comunicó que estaba entre los lanzadores escogidos para participar en el mundial de ese año en Nicaragua".
¿El más difícil?
"En el 2001 cuando no me tuvieron en cuenta para integrar la preselección al Campeonato Mundial de China Taipei, porque supuestamente yo hacía muchos lanzamientos en un juego".
El 20 de diciembre del 2000 fue muy importante en tu carrera. Esa noche entraste a la historia del béisbol cubano como el lanzador que más ponches ha propinado en un juego de nueve entradas.
¿Cómo recuerdas aquel día?
"No se me olvidará jamás. Desde que salí a calentar me sentía con buen control en la recta, en la curva, pero por mi mente no pasó que rompería un récord como ese.
"Comenzó el juego y uno tras otro fui dando dos ponches en una entrada, tres en otra, pero sin llevar la cuenta, hasta que en el séptimo Rogelio García, que ese año era el entrenador de picheo, se me acercó y me dijo que había propinado 17 y estaba cerca de romper el récord.
"En aquella época estaba reglamentado 125 envíos, pero como se trataba de implantar un récord me autorizaron a continuar. En la octava entrada di tres, empaté y en la novena di los otros dos, el último a un bateador llamado Carlos Hernández. Tiré alrededor de 140 lanzamientos, pero estaba tan bien que no me sentía el exceso de trabajo".
En el 2005 llegó la hora del adiós.
¿Qué ha pasado contigo después de esa fecha?
"Después de mi retiro estuve dos años trabajando en Venezuela entrenando a niños y jóvenes y jugando en una liga de allá. A mi regreso comencé a preparar a niños en mi natal Mantua, hasta que en el 2013 vine a residir a Pinar del Río, donde hasta la fecha tengo la tarea de chequear los juegos de las categorías inferiores, con el objetivo de buscar nuevos talentos en el picheo".
¿Qué diferencia crees que hay entre el béisbol cubano actual y en el que tú te desempeñaste, específicamente en cuanto al picheo?
"Antes nosotros iniciábamos el entrenamiento a las nueve de la mañana y a la una de la tarde era que empezábamos a correr. Cuando no podíamos ejercitarnos en el terreno, corríamos dentro de las gradas. Los lanzadores de hoy en día no quieren tirar en las prácticas, no les gusta, no hacen asistencia a las bases, defensa contra el toque de bolas.
"Pienso que hay que rescatar la idea de buscar los talentos, porque ellos no aparecen solos. En el presente no hay lanzadores que hagan más de 20 o 30 lanzamientos de 90 millas en un juego.
"Otra cosa que nos exigían era sentarnos detrás del home a chequear a los bateadores contrarios. Los entrenadores nos daban una planilla donde teníamos que apuntar las características de cada uno, si le hacían swing al primer lanzamiento, si bateaban en conteo, o si se iban con lanzamientos en recta o curva, eso ya no se hace".
¿Has pensado en algún momento en entrenar a mayores?
"Me gustaría enseñar, claro que sí, todo lo que aprendí de Cortina, Julio Romero y Román. Si un día deciden llamarme para cumplir esa función, estoy muy dispuesto a realizarla, porque si vivimos una vida entera para el béisbol, lo menos que podemos hacer es transmitir a las nuevas generaciones lo que aprendimos en todos estos años".
¿Satisfecho con tu carrera?
"Con mi carrera estoy muy feliz, poseo un récord que va a ser hoy en día muy difícil de romper, porque aparte de la reglamentación de lanzamientos, los lanzadores ya no son ponchadores o no tienen tan alta frecuencia como antes.
"Poseo también un no hit no run y soy el zurdo más ponchador del béisbol cubano. Estoy muy orgulloso de haber jugado junto a Lazo y Contreras entre los tres mejores de la década de 1990-2000.
"Aunque me hubiese gustado a mi regreso de Venezuela volver a jugar béisbol y romper el récord de ponches de por vida, pero no me lo permitieron".
¿Imaginó alguna vez aquel guajirito de Mantua que llegaría a los planos estelares que alcanzaste en tu vida profesional?
"Al principio no, a mí me gustaba mucho la pesca deportiva, esa era y es una forma de relajar tensiones, al extremo de que en Mantua me decían que me gustaba más la pesca que el béisbol".
¿Es decir, que si no hubieses sido pelotero te habrías dedicado a la pesca?
"Es posible, pero bueno, me gustó más el béisbol y me siento orgulloso de haberme dedicado a este deporte, pues a donde quiera que voy, el pueblo me reconoce, me saluda, y eso es algo que me llena de satisfacción".

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