Hace unos días, casi por azar, me encontré con Frederich Cepeda en los mares virtuales de Facebook. Nunca había cruzado con él una palabra, y de pronto conversamos un rato con la naturalidad de las personas que se conocen hace tiempo, sin que hubiera ningún pico de tensión a pesar de mi insistencia en hacerle preguntas incisivas.
“Te aplaudo que nunca te calles -me dijo, aludiendo a un reciente comentario en mi columna. Yo tampoco dejaré de jugar béisbol”.
Así empezó la charla. Yo mandaba preguntas desde la mañana de Cuba, todavía con sabor a pasta de dientes en la boca. Del otro lado de este mundo, en el viejo Japón, él respondía tras una larga jornada de entrenamiento y juego.
Me mandó alguna foto espeluznante de la operación del año pasado en una mano. Me dio un par de consejos resumidos en la divisa de que el ser humano es siempre más importante que el atleta. “Este es mi San Cepeda”, escribió luego, adjuntando una imagen de su hijo en el acuario.
“Eso de San Cepeda te lo puse yo durante la Serie del Caribe”, le aclaré mientras por mi cabeza cruzaba la secuencia de su tubey con bases llenas ante Venezuela. “Mi principal arma es la voluntad, no la calidad”, se limitó a decirme entonces.
En el team Cuba de los últimos años, lo confieso, he admirado a otros hombres por encima de Cepeda. Digamos, Pedro Luis Lazo, Alfredo Despaigne, José Dariel Abreu… Pero nadie que esté en su sano juicio puede negar la aportación de este ambidextro espirituano que, abocado a los 35 abriles, todavía le saca las castañas del fuego a un conjunto golpeado por frecuentes bajones anímicos.
Sobre todo a la zurda, Cepeda parece amo y señor de todo lo que pase por la zona, da lo mismo la pelota que un insecto. Barre el trayecto en pleno con ese swing armónico y compacto, largo como una caravana de ciclistas. En el país, quizás Michel Enríquez sea el único que puede competir con él en materia de sistema de bateo.
No es un buen corredor, ni tampoco constituye garantía en el bosque de la izquierda. Inclusive carece de efectividad en los disparos a las bases. Pero brilla en la batalla con la ecuación más ardua del diamante, que es pegarle a la bola donde mejor la hace viajar. Solo así ha conseguido mantenerse por espacio de 17 temporadas.
Más que por su average histórico de .329, los 260 jonrones o las mil impulsadas, Frederich Cepeda sobresale –¡y de qué manera!- por un hiperbólico porcentaje de embasado de .473 que envidiaría cualquier primer bate en cualquier liga. (Si volteamos la vista hacia las Grandes Ligas, su OBP es similar al de Babe Ruth y solo cede frente al .481 de Ted Williams).
Héroe ofensivo cubano del primer Clásico Mundial, ahora quiere probar que el horrible debut en el béisbol nipón fue solo un trago amargo en su carrera. Uno advierte que sueña con eso, pero a él la modestia le devora las palabras. “Espero tener una buena temporada, trabajo duro para eso, aunque solo Dios sabe si podré conseguirlo”.
¿Qué te sucedió el año pasado con los Gigantes de Yomiuri?
-Aquí todo es totalmente distinto, lo mismo el béisbol que la cultura. En el pitcheo las bolas se parecen al strike, y viceversa. Te encuentras lanzadores de 88 millas, pero igual todos dominan perfectamente la zona de strike. Ya veremos qué me depara la vida.
Háblame de la preparación específica que haces ahora.
-Entreno y juego a diario. Tengo todo lo que uno puede aspirar para prepararse con la mejor calidad posible. Solo falta el resultado de Cepeda.
¿Te has propuesto algún objetivo puntual? Por ejemplo, algún número de cuadrangulares, average o cifra de empujadas…
-Solo pienso en mejorar. En mi equipo las oportunidades de jugar son mínimas.
¿Crees tener opciones de titularidad?
-Sí, el problema está en rendir lo suficiente.
¿Cuántas campañas piensas que te quedan por jugar?
-En mi mente son infinitas. Puede ser que termine mañana, pero igual podrían llegar a 10, 5, 4… Aquí hay jugadores con 42 años. Ojalá sean muchas.
Vámonos a la Serie del Caribe. ¿Cómo has logrado pesar tanto para el equipo en eventos internacionales?
-Siempre me preparo bien, le pongo corazón a las sesiones de prácticas para cualquier campeonato en Cuba o fuera de ella.
Pero eso, que los atletas se preparen a conciencia siempre, ha de ser lo normal. ¿Será que la diferencia es de orden sicológico?
-La sicología tiene importancia decisiva en cualquier deportista, máxime si participa en eventos de gran envergadura donde las oportunidades son escasas. Me gusta escuchar y tratar de aprender, y a esa parte de la sicología le pongo el 110 por ciento. Cuando se presentan las situaciones de mucha tensión, que son frecuentes, hacen falta métodos efectivos de concentración y recuperación emocional.
¿Consideras que debemos estar satisfechos con el triunfo, pese a llevar la flor y nata y solo ganar la mitad de los choques efectuados?
-Después de los eventos siempre se sacan conclusiones. Yo creo que se debe celebrar el triunfo de la manera que vino, con mucho sacrificio y cansancio mental. En la mente de todos estaba el deseo de ganar y lo hicimos. Eso es lo más importante.
¿Debemos seguir llevando ‘todos los hierros’ para enfrentar un evento adonde no van las principales figuras de los demás países?
-Las principales figuras de los demás países irán pocas veces, ya que tienen compromisos en diferentes ligas. No obstante, el béisbol cubano tiene que seguir en el lugar que está, y si otros no van con sus estrellas, nosotros sí. Recuerda de todos modos que, contra los mejores peloteros de varias naciones, nosotros alcanzamos el segundo lugar del Clásico de 2006.
¿Fue ese el momento culminante de tu carrera?
-La vida sigue caminando y mi carrera no ha terminado, todos los días se experimentan emociones y surgen eventos y cosas como esta de participar en otra liga. Pero sí, te diría que ser campeón olímpico es lo más grande que he tenido como premio, y como torneo ese Clásico que mencionamos.
Seguimos en esa misma cuerda. ¿El mejor pitcher que has enfrentado?
-Todos.
¿Todos? ¿Insinúas que todos tienen la misma calidad?
-Claro que no. Lo que pasa es que tendría que hacer una lista enorme. En Cuba, Lazo, Contreras, Ibar, Faustino Corrales… En el extranjero, Matsuzaka, Darvish, Strasburg… Hay un dicho en el béisbol que dice que el filete a veces tiene espinas, y el que parece más fácil se te vuelve complicado.
¿Tu director más admirado?
-Los he tenido muy buenos. Mi mejor entrenador, mi padre. En cuanto a directores, me he llevado bien con todos y de cada uno he aprendido: Lourdes Gourriel, Abelardo Triana, Juan de Dios Peña, Higinio Vélez, Rey Vicente Anglada, Víctor Mesa, Jorge Fuentes, Alfonso Urquiola… El respeto es la base de cualquier relación, y yo respeto para que lo hagan conmigo.
¿Una vez al bate que recuerdas por encima de todas las demás?
-Quizás el jonrón en la final de Atenas 2004, contra Australia. O los dos vuelacercas en el juego decisivo del Mundial 2003 en La Habana. Y también este partido de la Serie del Caribe frente a Venezuela.
Dime un equipo inolvidable en que has estado…
-Sancti Spíritus y el Cuba.
Elige uno solo…
-No. Me quedo con los dos.
Entonces, ¿por qué Sancti Spíritus nunca ganó si era tan buen equipo? ¿Será que faltaba la mentalidad ganadora?
-No lo veo así. El béisbol hay que jugarlo y después escribirlo. Se hizo lo imposible para llegar hasta ahí, y la vez que más cerca estuvimos me dejó cargando con un peso de por vida.
Me acuerdo de aquel ponche a la derecha ante Oscar Gil, con las bases llenas y el empate en tercera…
-A mi modo de ver, me ganó la pelea en el segundo lanzamiento, una slider al pie de atrás. Después de eso me dejó a la defensiva, y para colmo el último envío también fue muy difícil.
¿Te sientes igual de cómodo a ambas manos?
-Hay ocasiones en que me siento dos bateadores en una persona, aunque depende de cómo estés al bate en ese momento. La coordinación es importante y llevarla al bateo en los dos lados de home exige mucho trabajo. Lógicamente, a veces estoy mejor a una mano que a la otra.
¿Cómo adquirió Cepeda la paciencia en el plato?
-Supongo que es mi personalidad, soy así de tranquilo. Me gustan las fiestas, pero pienso, analizo y después actúo. No sé si eso sea bueno o malo, pero me ha dado resultados positivos.
¿Esa paciencia nunca ha obrado en tu contra en un encuentro?
-Sí, todo tiene sus riesgos y en oportunidades he querido ser de otra manera, pero nada. Desde que nací soy paciente.
Si se hiciera un Todos Estrellas de las Series Nacionales, ¿estimas que serías candidato a la plaza de jardinero izquierdo?
-No lo creo, hay demasiados estelares. Los que tengan que hacerlo sabrán.
¿A quién escogerías siempre para ‘taparte’ en el line up?
-No le doy importancia a esa cuestión. Eso lo determina el manager, yo me limito a cumplir con mi parte del trabajo.
¿Quieres mandar algún mensaje en particular?
-Me gustaría que cuando los periodistas, los comentaristas, y el público vayan a dar un criterio lo hagan con el mayor respeto al deportista y su familia. Hay que mirar para atrás y pensar lo que ese pelotero siente, porque tiene familia y trabaja duro para mantenerla. Todos fuimos niños que soñamos un día. Detrás de nosotros hay gente que sufre, una madre que pocas veces está a tu lado, un hijo que te aclama y casi no lo ves crecer. La gloria todos la desean, pero el fracaso siempre tiene un dueño.
deportivasmlb@gmail.com
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