lunes, 24 de noviembre de 2014

Incineran leyenda del béisbol cubano




Una de las más grandes leyendas del béisbol cubano, Asdrúbal Baró Hernández (Mayarí, 21 de noviembre de 1928), fue incinerado, por voluntad propia, este miércoles en La Habana, tras su repentino fallecimiento ayer que causó consternación entre familiares y amigos. 

Junto a su compatriota Conrado Marrero, Baró sentía especial orgullo por haber representado a su país en numerosas series del Caribe. “De hecho estuvo en tres. En 1954 con el equipo de Almendares en Puerto Rico, donde conquistó plata, y después se tituló doble con los Tigres de Marianao: en La Habana en 1957 y en la capital boricua, San Juan, en 1958”, afirma el colega Tony Díaz Susavila, en una entrevista que le realizó para el sitio web Béisbol cubano (http://www.beisbolcubano.cu/), publicada en enero de este año.

Hombre extremadamente modesto, sencillo, revolucionario hasta la médula, Baró siempre prefirió, a pesar de las grandes ofertas de los equipos norteamericanos de las grandes ligas, vivir entre los suyos, al lado de quienes siempre le amaron y comprendieron, entre ellos sus hijos Bárbara y Asdrúbal, de quienes sentía especial orgullo por sus herencias personales, es decir, sus conductas ante la vida.

Nacido en Mayarí, en la oriental provincia de Holguín, “aunque realmente comencé a jugar béisbol organizado con la novena de Caimanera, en Guantánamo, allá por el año 1945, en la Liga Amateur de Oriente”, tal expresó a Díaz Susavila. Posteriormente pasó al equipo de Matanzas y ya en 1947 integraba la Liga Central de Santa Clara, en la que resultó campeón de bateo con promedió sobre los 400. “Con los Alacranes del Almendares —afirmó— fui a mi primera Serie del Caribe”.

A pesar de los achaques que el avance de los años le propinó, este amigable hombre que siempre vivió de forma humilde, estuvo ligado al béisbol cubano hasta los últimos instantes de su vida. Fue director de los conjuntos de Pinar del Río, Isla de la Juventud y Villa Clara. Después de su jubilación oficial, su presencia era recurrente en uno de los palcos del Estadio Latinoamericano o en la peña del Parque la Normal, en el Cerro, barrio donde vivió durante muchos años y en el que igualmente era respetado por sus modales y sus deferentes frases de estimación hacia sus vecinos y amigos.

La madre de sus hijos, Nilda Rodríguez, expresó a Trabajadores que Asdrúbal fue siempre un fiel amante de la Revolución cubana, de su pueblo y de la pelota. Lamentó la pérdida del valioso ícono y aseguró que su legado al deporte nacional ha sido reconocido por grandes figuras que se formaron bajo sus enseñanzas y su ética.

Nilda, quien le acompañó durante sus prolongadas giras por varios países y convivió con él en Estados Unidos en la década de los años 50 del pasado siglo, asegura que en ese tiempo sufría mucho por encontrarse aislado de su Patria, enfrentando otro idioma, así como por la discriminación que, como mulato, experimentaba en aquel país, que, según él “realmente no nos querían, nos utilizaban porque éramos buenos jugadores y llevábamos aficionados a los estadios, pero los preferían blancos”.

Con esa cordialidad y cariño que suele distinguir a los nacidos en la porción oriental de la isla, Baró, también se desempeñó en las Ligas Menores estadounidense y en la mexicana, entre otras, y fue ejemplo de disciplina y dedicación, de sacrificio y fidelidad.

Él aseguraba que si volviese a nacer sería nuevamente pelotero, y recordaba con especial admiración sus prácticas en el terreno junto a memorables figuras como “Witty” Quintana, Héctor Rodríguez, Conrado Marrero, Julio Bécquer, Willie Miranda, Ángel Scull y Oscar Sardiñas, por solo citar algunos. “Ya en 1957 y 1958 la historia fue distinta. Tomamos revancha de los puertorriqueños y nos coronamos con el equipo de los Tigres de Marianao. Napoleón Reyes nos dirigió esos dos años.

“En el 58 ocurrió —agregó en su diálogo con Díaz Susavila— un hecho curioso: tuvimos que jugar la final en doble jornada, porque le ganábamos a los boricuas en el programado cuando una decisión arbitral validó la carrera que terminó por ser la de la victoria. Eso provocó que casi se inundara el estadio de botellas, cojines, periódicos y cuanto encontraron los fanáticos, y hubo que posponer el juego para el día siguiente, cuando vencimos 2-0 en un partido inolvidable”, expresó en la mencionada entrevista.

Trabajadores se une a la pena nacional por esta irreparable pérdida y hace llegar sus condolencias a familiares y amigos de esta emblemática figura de nuestro deporte nacional.

deportivasmlb@gmail.com 

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