Se abrió la Caja de Pandora. El anuncio del equipo de béisbol que asistirá a la cita centroamericana en Veracruz cumplió con los presagios (“va a ser una bomba”, me decía ayer un conocido), y ya tiene un montón de discrepantes esgrimiendo opiniones variopintas.
Así ha sido desde siempre, y así va a ser eternamente. Es más: es bueno que eso pase, porque el día que se haga un team Cuba que no genere controversias, estaremos al borde de ver morir al béisbol en la Isla. Dicho en pocas palabras: si hay polémica, hay vida.
Lo que sigue son mis criterios muy particulares en torno a la nueva selección, despojados de toda simpatía o animosidad, y carentes también del interés por complacer o avinagrarle el día a alguien (funcionario, mentor, pelotero, periodista, aficionado…). Es, simple y llanamente, como lo veo yo.
¿Con qué concuerdo?
Me seduce la idea de llevar una escuadra con menos de 27 años promedio, cuya tercera parte estaría apta incluso para involucrarse en torneos de categoría sub 23. A todas luces, el colectivo técnico ha decidido armar un grupo con la mira puesta en eventos futuros como el Clásico Mundial de 2017. Priorizar el talento en desarrollo debió ser siempre el criterio principal a la hora de conformar equipos nacionales a campeonatos de segundo orden, como es el caso del que se avecina en México.
Sin José Dariel Abreu y Joan Carlos Pedroso en competencia, llegué a pensar que la escena de la primera base había quedado lista por un tiempo para William Saavedra. Sin embargo, el veterano pinareño ha tenido una campaña mediocre (solo nueve impulsadas con slugging de .420), y la escasez de grandes candidatos (Ramón Lunar batea .219 con seis extrabases) hizo volver los ojos a Alexander Malleta. El experimentado inicialista de la capital no vive una campaña de relumbrón, pero aún cumple con su misión en los partidos, que es producir carreras (cuarto en empujadas y décimo en anotadas de la Serie).
Alguna vez, Víctor Mesa refirió que Alexei Bell tenía problemas con el brazo y hubo una controversia dilatada en los corrillos beisboleros del país. No obstante, el manager ha hecho gala de sentido común suficiente para no prescindir de la calidad del santiaguero, cuyos números actuales impresionan -¡impresionan!- en toda la línea: average de .387, OBP de .532, OPS de .1123, cinco robos y 28 boletos contra 11 ponches.
La ausencia de Giorbis Duvergel, quien atraviesa por otro campeonato espléndido, se me antoja razonable. El caso es que el guantanamero apenas ha salido al campo en 34 entradas, y por ende su verdadera utilidad estaría en la función de designado. Lo otro usted lo sabe: un equipo que cuente con Alfredo Despaigne, ya tiene nombre y apellido para ese puesto en el line up. Admirador confeso del gran toletero del Guaso, he criticado en varias ocasiones su exclusión de novenas a distintos certámenes foráneos. No esta vez. No sin la imprescindible sistematicidad a la defensa.
¿En qué discrepo?
El cuarteto que participó en el béisbol japonés no debió ser convocado para el Centroamericano. Son atletas que vienen de una temporada intensa y exigente, tres de ellos probados en montones de eventos internacionales de calibre, y con un rango deportivo que excede holgadamente el nivel del compromiso veracruzano. Pero digamos que puedo comprender el llamado de Héctor Mendoza, un muchacho repleto de virtudes que no llegó a subir al primer equipo de los Gigantes de Yomiuri y necesita competir con la casaca de las cuatro letras. Y digamos que en aras de sofocar los riesgos, los técnicos se inclinaron por no renunciar al tercero y cuarto bates, Yulieski y Despaigne. Digamos que ya me han convencido. Pero nada podrá hacerme entender la necesidad de incluir a Frederich Cepeda, a quien seguramente le habrían venido de maravillas unas generosas vacaciones para asimilar mejor el trago amargo de su experiencia asiática. Así, esa plaza se pintaba solita para Maikel Cáceres, jardinero de todos los días con 25 abriles, promedio de embasado de .397, .551 en bateo de poder y 16 fletados hacia el plato.
Desde que vi el equipo, supe de inmediato –no hacía falta ser ducho ni adivino para eso- que la olla explotaría en el campo corto. Específicamente en la designación del segundo shortstop, habida cuenta de que por integralidad y carretera, Yordan Manduley permanecería como dueño de la posición. Y es que era fácil prever que la decisión de soslayar al momentáneo líder bateador de la contienda, Luis Alberto Valdés (AVE .419, SLU .581), no tardaría en desatar un aluvión de críticas con Dainer Moreira, el torpedero elegido, como blanco. Ciertamente, Moreira ha estado bien en plan de primer bate, dirige mejor sus conexiones y es capaz de recorrer el circuito a mayor velocidad. No obstante, ahora mismo la distancia que media entre ambos en bateo es numéricamente aplastante, y el pinareño –sin ser un portento guante en mano- luce superior al matancero en la custodia de la llave del infield.
¿Qué me provoca incertidumbre?
Francamente, no imagino las misiones que desempeñarán los zurdos Julio Alfredo Martínez y Cionel Pérez. Ocurre que ninguno de los dos es un modelo de pitcher de control, exigencia básica para cumplir roles de relevista en el béisbol moderno. En ambos casos se trata –a mi juicio- de abridores natos, y no es eso precisamente lo que les espera en los diamantes mexicanos.
Vanguardista en cuadrangulares e impulsadas del campeonato en curso, Yosvani Alarcón merecía de sobra abrirse un hueco en esta escuadra. Es el mejor catcher ofensivo del país, y supuse que su convocatoria respondía a la necesidad de tener en el banco a un atleta que lo mismo sea capaz de empuñar en busca de un batazo, que de entrar al terreno como corredor suplente. Pero sucede que se planea incluirlo en la alineación titular, y por tanto no se justifica entonces el llamado de otros dos receptores de corte defensivo. Tan similares en sus prestaciones, La Rosa y Frank Camilo no tienen sentido en una misma nómina cuando ninguno de los dos será de la partida regular.
¿Qué propongo?
Ni corto ni perezoso, Víctor Mesa ya anunció el que podría ser su elenco para abrir los cotejos. Personalmente, yo jugaría como sigue: 1 – R. Santos, CF; 2 – Y. La O, 3B; 3 – Y. Gourriel, 2B; 4 – A. Despaigne, BD; 5 – A. Bell, RF; 6 – Y. Hernández, LF; 7 – A. Malleta, 1B; 8 – Y. La Rosa, C; 9 – Y. Manduley, SS. La rotación la formarían Freddy Asiel, Yosvani Torres, Norge Luis Ruiz y Yoanni Yera (el orden habría que establecerlo en dependencia del schedule y las circunstancias puntuales de cada uno), Jonder Martínez relevaría en largo y el magnífico trío de escopeteros jóvenes (Yaisel Sierra, Vladimir Gutiérrez y Mendoza) se haría cargo de los nueve outs decisivos.
¿En qué concluyo?
A la postre, la novena compuesta no intimida –compararla con predecesoras ilustres sería un acto temerario-, pero tiene a su favor un equilibrio interesante en la balanza tacto-fuerza, no peca de lentitud en el corrido de las bases, dispone de buenos bateadores zurdos, puede alardear de una línea central cuando menos eficiente si alinea con La Rosa (o Frank Camilo)-Yulieski-Manduley-Santos, y posee un bullpen que promete aguas mansas en el último tercio de los choques. Por más divergencias que aparezcan, esta es casi la mejor selección que podemos integrar hoy en día con los hombres de la Serie Nacional. ¿O me equivoco?
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