noviembre 21, 2016
Dirigir al equipo Cuba de beisbol en el clásico que se avecina es una tarea difícil. Las opciones son pocas, sobre el tapete, los dos de siempre, Víctor Mesa y Roger Machado, la incertidumbre y el ingenuo, el egocéntrico y el buen amigo, el eterno explosivo y el aglutinador, el perseverante y el realizado, el del trofeo esquivo y el campeón vigente.
El equipo Cuba va desnudo, carne fresca lanzada en jaula de las fieras, sin historias épicas ni guerreros forjados en grandes batallas, un equipo con carencias evidentes, huérfano de motivaciones y desangrado hasta los tuétanos.
La silla del director está caliente, sobre las brasas del ridículo y la crítica eterna, está en un volcán de especulaciones y ya andan escribiendo una crónica de la muerte anunciada para quien la ocupe.
El equipo unificado es una quimera que estalló en el mar caribe, frente a las costas opuestas, en la cara de residentes y emigrados, la esperanza se ahogó y es alimento de oportunistas tiburones.
Entonces:
¿Quién dirige a Cuba en el clásico mundial?, ¿Quién pone el pecho a las balas?, ¿Quién sacrifica su prestigio, su honor, su inteligencia y su capacidad de trabajo por los errores de otros?¿Quién es capaz de meter la mano en un panal atestado de abejas agresivas?
No lo merece Víctor Mesa, ni Roger Machado, a pesar de sus errores, de sus desaciertos, de indisciplinas y perretas, de jugadas ingenuas y de necias maneras, no lo merecen.
El equipo Cuba tiene que dirigirlo la cara visible de todos nuestros problemas, el que pone la cara para aguantar piedras de aficionados y conocedores del beisbol, el vocero de los mimetismos y las prohibiciones, el que alza la mano para evitar la unión de todos los cubanos, el dinosaurio que mueve los hilos, el que teme a la prensa, el oscuro personaje de nombre Higinio y apellido Vélez.
Ese es el director ideal de nuestro conjunto nacional, el único capacitado para recoger en el terreno, lo que lleva sembrando por años, el que debe morder el polvo de la vergüenza y el descredito, el que tiene que sentir en sus huesos, la fragilidad colectiva, la apatía, la falta de líderes y la ruptura estúpida de nuestra nacionalidad.
Higinio Vélez, para que demuestre teorías estériles y nos enseñe a hacer más con menos, para que se justifique a sí mismo y se convierta en la caricatura grotesca de la burla y el señalamiento de todos.
Higinio Vélez, el director ideal, para que nos explique de una vez y por todas, como es posible desarrollar sin evolucionar, crecer sin revolucionar, ser campeón sin campeones, hacer una actuación digna siendo indigno y para que de una vez y por todas, también, desaparezca del mapa de nuestros terrenos de beisbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario